Objetivo

Estamos trabajando en la recuperación de material disperso e inédito. Manuscritos, correspondencia, fotos, artículos publicados por y sobre Norah y Oliverio.
Agradecemos información.

Antes que mueran - Norah Lange

De noche podría contarte muchas cosas, muchas cosas que sólo es posible contar durante la noche.
Podría decirte, por ejemplo, que cierta vez cerré la ventana y sentí que algo permaneció encerrado dentro del cuarto. Abrí la ventana, pero no quiso salir; tal vez no pudo salir. La cerré; volví a abrirla de par en par. Fue inútil. Todo seguía igual. No quería salir. Se quedaba adentro, sin moverse.
Entonces -había transcurrido mucho tiempo- cerré la ventana, impacientemente, sin ninguna benevolencia, con esa crueldad transitoria e incomprensible, pero muy verdadera, que suele sobrevenir cuando nada nos vigila.
Y eso que encerré adentro se pasó toda la noche mirándome.



Balaúa - Oliverio Girondo

De oleaje tú de entrega de redivivas muertes
en el la maramor
plenamente amada
tu néctar piel de pétalo desnuda
tu bipanales senos de suave plena luna
con su eromiel y zumbos y ritmos y mareas
tus tús y más que tús
tan eco de eco mío
y llamarada suya de la muy sacra cripta mía tuya
dame tu
Balaúa

lunes, 31 de marzo de 2008

LA PUPILA DE OLIVERIO GIRONDO

PARTE I

Desde 1922, en que publica el primero de sus libros, a 1963, fecha de la edición definitiva de “En la masmédula”, su obra pone de relieve a un escritor compacto, reformador de las esencias del lenguaje, que no se detuvo en la epidermis vanguardista de los veinte, sino que avanzó con pulso firme y sistemático en el compromiso con la palabra, fiel a sí mismo, a su cansancio de la tradición y a su afán innovador. Su comprensión de la realidad tiene un sentido unitario que abarca las cosas, los hombres y el todo cósmico mediante una alquimia, cada vez más depurada, de la forma y de la lengua.

Su personalidad escurridiza rechaza sistemáticamente el academicismo literario, con un tono corrosivo, crítico y mordaz, presente no sólo en sus primeros libros, sino mantenido hasta las últimas consecuencias, con pasión y desgarramiento. Para Macedonio Fernández era el ejemplo vivo de la pasión. En 1924 hace unas declaraciones a la revista “Variedades” de Lima que son pseudoconfesiones poéticas que se ajustan al tono de sus primeros libros:

“Mirar con nuestros propios ojos actuales el espectáculo cotidiano. Ver lo que hay de emocionante, de patético, de inédito, de grotesco en unos guantes, en un farol, y que el farol o guantes si lo deseamos transporten nuestra arbitrariedad con el confort de un trasatlántico”.

Con su peculiar humor califica al metro como “adminículo de tendero” y a la rima como “tambor indígena”. Al referirse a la forma poética preferida proclama la libertad absoluta, “que cada uno busque la que se adapta a la conformación de su estómago, pierna o nariz”. Escritor que privilegia la intuición por encima de todo, ha sido su primer y más terrible crítico. Merece la pena recordar su “Autorretrato” para la “Antología” de Vignale y Tiempo, por el efecto de carnavalización:

“Me pide usted algo que no tengo: una biografía compacta y precipitada, la que no soy capaz de escribir. Atribúyame usted la de mi bisabuelo Arenales o la del cotudo que le asistía; invente la vida más chata y más inútil y adjudíquemela sin remordimiento. Cualquier cosa menos forzarme a reconocer que soy un hombre sin historia.”

Toda su obra es fiel retrato de algo importante para la vanguardia, el viaje espacial e interior, pero quizá sea en la Carta abierta a la Púa, en el Manifiesto de “Martín Fierro”, en los Membretes y en el libro “Espantapájaros” (1932) donde radique, de forma explícita, su estética, su amor a la contradicción, al exceso, a la trasgresión y a la metamorfosis.

Nacido en 1891 en el seno de una familia acomodada de origen vasco, su posición le facilitó, como a Borges o a Güiraldes, satisfacer la sed de mundo habitual en determinados círculos argentinos: Europa, África, Estados Unidos. El cosmopolitismo de los años veinte difiere un tanto del de sus abuelos modernistas. Y es que la tradición del viaje en la literatura argentina se sincronizó con la europea, con la de los escritores Valéry Larbaud o Paul Morand, entre otros.

Unos y otros emprenden con entusiasmo la tarea de descubrir paisajes familiares en sus versos, sin que les preocupe demasiado la verosimilitud o la representación precisa. Las artes visuales les proporcionan los elementos analógicos adecuados; la cámara fotográfica, el tren o cualquier vehículo motorizado serán los medios. Son recursos de la vanguardia que les permiten rendir culto a la tecnología y destacar la importancia del ojo perceptor.

Entre 1905 y 1922 Girondo hace viajes anuales a Europa, donde, a través de Jules Supervielle, conocerá a muchos escritores, entre ellos los franceses Blaise Cendrars y Paul Morand, con los cuales tendrá paralelismos evidentes en motivos inspiradores, viajes y en la factura de los poemas que componen sus dos primeros libros: paisajes en cambio constante, descripciones cosmopolitas, cierta visión entre burlona e irónica, elementos que encontramos en “Feuilles de temperature” (1920), “Kodak” (1924) y “Feuilles de route I Le Formose” (1924), libros anteriores a “Calcomanías”. En ellos apreciamos lo que Guillermo de Torre consideraba una de las características del cubismo, el sentido planetario, es decir, la inclinación hacia el paisaje por el mundo o viaje, itinerarios en los que se mezclan recuerdos de múltiples lugares, especie de tarjetas postales, como dice el autor de “Hélices”.

La vanguardia argentina tiene su epicentro en 1922: manifiestos, polémicas, exposiciones y un libro clave, “Veinte poemas para ser leídos en el tranvía”. Girondo es consciente de que la renovación poética debe iniciarse con la renovación de un elemento indispensable, la palabra. En sus primeros libros se advierte el sentido deportivo de la vida, el afán universalista, la disposición tipográfica peculiar, los elementos disonantes, el culto a la metáfora, pero sobre todo llama la atención el tono caricaturesco, corrosivo, que nos permite hablar de un remozamiento peculiar de la menipea: ambigüedad y ambivalencia, elevación y rebajamiento, comicidad e ironía, parodia y deformación. Toda una gama de influencias de la tradición popular satírica asimilada por la literatura. Como ejemplo sírvanos este fragmento de “Exvoto”:

“Las chicas de Flores tienen los ojos dulces, como las almendras azucaradas de la Confitería del Molino, y usan moños de seda que les liban las nalgas en un aleteo de mariposas.”

Con frecuencia estos poemas redundan en la deformación de la imagen del cuerpo del personaje, destacando unos órganos frente a otros, en la inversión del lugar natural de los órganos o en la combinación anormal de las partes del cuerpo, lo que puede apreciarse también en las ilustraciones que acompañan a los poemas:

“Croquis en la arena”

Brazos.
Piernas amputadas.
Cuerpos que se reintegran.
Cabezas flotantes de caucho.

La combinación de elementos místico-religiosos con el naturalismo de bajos fondos, particularidad también de la menipea, la encontramos, entre otros ejemplos en su visión de la Semana Santa sevillana de “Calcomanías” (1925), su segundo libro. El ataque de Girondo va dirigido a las diversas formas de la tontería humana y de las convenciones sociales y religiosas mediante un proceso de rebajamiento de los sublime o de sublimación de lo bajo.

Desde la broma sobre la vida diaria, la rutina, hasta la lógica del absurdo, el argentino irá afilando las armas del humor, la ironía, el juego, encaminado a mantener el principio que encabeza los “Veinte poemas…”: “No hay prejuicio más ridículo que el prejuicio de los SUBLIME”. Entre autor y mundo se establece una relación de complicidad, no se pretende corregir, sólo señalar incongruencias, haciendo de cada acto vital una forma de poesía. Dos motivos sobresalen en estos primeros libros, el erotismo y la religión; en menor medida, el tiempo, sobre todo en “Calcomanías”. ¨

En: Barrera, Trinidad: “Las vanguardias hispanoamericanas”, Madrid, Síntesis, 2006.

Entrada: Marisa Martínez Pérsico.

domingo, 10 de febrero de 2008